martes, 24 de noviembre de 2009

meiosis

La meiosis es un mecanismo de división celular que permite la obtención a partir de células diploides (2n) de células haploides (n) con diferentes combinaciones de genes. La meiosis no es un tipo de división celular diferente de la mitosis o una alternativa a ésta. La meiosis tiene objetivos diferentes. Uno de estos objetivos es la reducción del número de cromosomas. Otro de sus objetivos es el de establecer reestructuraciones en los cromosomas homólogos mediante intercambios de material genético. Por lo tanto, la meiosis no es una simple división celular. La meiosis está directamente relacionada con la sexualidad y tiene, un profundo sentido para la supervivencia y evolución de las especies.

La meiosis consta de dos divisiones sucesivas de la célula con una única replicación del ADN. El producto final son cuatro células con n cromosomas.

DIVISIÓN I

PROFASE I

En esta fase suceden los acontecimientos más característicos de la meiosis. La envoltura nuclear se conserva hasta el final de la fase que es cuando se desintegra, al mismo tiempo desaparece el nucleolo y se forma el huso.

Dada su duración y complejidad se subdivide en cinco etapas: leptoteno, zigoteno, paquiteno, diploteno y diacinesis.

Leptoteno: Los cromosomas aparecen como largos filamentos que de trecho en trecho presentan unos gránulos: los cromómeros. Cada cromosoma ya está constituido por dos cromátidas, pero aún no se observan bien diferenciadas al microscopio óptico, y se encuentran unidos en diversos puntos a la envoltura nuclear.

Zigoteno: En esta etapa los cromosomas homólogos se aparean punto por punto en toda su longitud. Este apareamiento puede comenzar bien por el centro o por los extremos y continuar a todo lo largo. Cuando los homólogos se aparean cada gen queda yuxtapuesto con su homólogo.

Paquiteno: Los pares de cromosomas homólogos aparecen íntimamente unidos: bivalentes

Se puede ya observar que cada cromosoma tiene sus dos cromátidas. Mientras están estrechamente unidos tienen lugar roturas entre cromátidas próximas de cromosomas homólogos que intercambian material cromosómico. Este intercambio se llama entrecruzamiento o sobrecruzamiento (crossing-over) y supone una redistribución cromosómica del material genético. Aunque los sobrecruzamientos se producen en esta fase no aún visibles y se apreciarán más tarde en forma de quiasmas.

Diploteno: Los bivalentes inician su separación, aunque se mantienen unidos por los puntos donde tuvo lugar el sobrecruzamiento, estas uniones reciben ahora el nombre de quiasmas y permiten ver los puntos en los que hubo sobrecruzamientos. En cada par de cromosomas homólogos pueden persistir uno o varios quiasmas, todo depende de cuántos sobrecruzamientos hayan tenido lugar a lo largo del bivalente.

Diacinesis: Las cromátidas aparecen muy condensadas preparándose para la metafase. La separación entre bivalentes persiste y permanecen los quiasmas. Al final de la profase la envoltura nuclear ha desaparecido totalmente y ya se ha formado el huso acromático.

METAFASE I

Los bivalentes se disponen sobre el ecuador del huso, pero lo hacen de tal forma que los dos cinetocoros que tiene cada homólogo se orientan hacia el mismo polo, que es el opuesto hacia el que se orientan los dos cinetocoros del otro homólogo.

ANAFASE I

Los cromosomas sólo presentan un centrómero para las dos cromátidas. Debido a esto, se separan a polos opuesto cromosomas completos con sus dos cromátidas. No se separan 2n cromátidas, sino n cromosomas dobles. Esta disyunción o separación de los cromosomas da lugar a una reducción cromosómica. Como consecuencia, desaparecen los quiasmas.

La distribución al azar de los cromosomas es una de las fuentes de variabilidad, ya que pueden producirse como consecuencia de este proceso una gran cantidad de gametos (2n, siendo n el número haploide).

TELOFASE I

Es una telofase normal pero que da lugar a dos células hijas cuyos núcleos tienen cada uno n cromosomas con dos cromátidas.

INTERFASE

Puede ser variable en su duración, incluso puede faltar por completo de manera que tras la telofase I se inicia sin interrupción la segunda división. En cualquier caso, nunca hay síntesis de ADN; es decir, es una interfase sin periodo S.

DIVISIÓN II

Es una mitosis normal en la que las dos células anteriores separan en la anafase II las cromátidas de sus n cromosomas. Surgen así 4 células con n cromátidas cada una.

partenogénesis


La partenogénesis es, en general, el tipo de reproducción unisexual en el que las hembras originan descendencia sin fecundación por los machos. En la mayoría de las especies, los óvulos no fecundados que envejecen in vivo o in vitro no se activan espontáneamente. La activación de un óvulo se distingue de un cigoto principalmente en que carece de la dotación genética con la impronta paterna.
Un buen ejemplo de la partenogénesis natural es la que se produce en los insectos, principalmente en los himenópteros, como las hormigas y las abejas. En estas especies, el huevo se desarrolla haya sido o no fecundado. Si se desarrolla partenogenéticamente, da nacimiento exclusivamente a individuos haploides que son entonces machos; si es fecundado, nacen hembras (diploides), estas pueden convertirse en obreras o reinas. Las obreras son hembras más pequeñas que la reina y sus aparatos reproductores se encuentran atrofiados (no son funcionales), sólo en algunos casos de orfandad, las obreras ponen huevos (que no están fecundados) de los que saldrán zánganos de tamaño más pequeño que los puestos por la reina. La reina es la única hembra fértil, que pone huevos fecundados que dan origen a abejas obreras infértiles y pone huevos no fecundados que dan origen a zánganos fértiles por partenogénesis.
La partenogénesis puede ser:
Partenogénesis ameiótica o diploide: no existe meiosis y el huevo se forma por mitosis y por tanto es diploide. Puede considerarse como reproducción asexual, al no existir células haploides. Este tipo se conoce en algunos platelmintos, rotíferos, crustáceos, insectos y anfibios.
Partenogénesis meiótica o haploide: se forma un óvulo haploide por meiosis que se desarrolla sin ser fecundado. Se da en algunos platelmintos, rotíferos, anélidos, insectos (abejas, avispas, insectos palo y hormigas), peces, anfibios y reptiles. Aunque no existe singamia, se produce meiosis, y por tanto recombinación, por lo que se puede considerar un medio de reproducción sexual.

martes, 17 de noviembre de 2009

Mitosis

En un ciclo celular corriente vamos a encontrar fase G1, S, G2 y M.
En la fase G1 la célula acaba de salir de una división y contiene la mitad del material genético, por lo que, en esta fase, la célula se prepara para duplicar su contenido de ADN. Esto no significa que los 46 cromosomas del juego diploide 2n=46 se haya reducido a 23, ni mucho menos. Se continúan teniendo los 46 cromosomas, pero éstos, en lugar de dos cromátidas, como tendrían en la célula progenitora, ahora poseen una sola cromátida. Son cromosomas simples, sin un material genético replicado o copiado.
Este es uno de los efectos de la Mitosis, pero continuemos citando fases.
La fase que sigue a G1 es la fase S, en la cual la célula comienza a replicar su material genético, es de las fases más largas del ciclo celular.
Una vez replicado el material genético en la fase S, se pasa a la fase G2, en la que la célula se abastece de nutrientes y reservas y se prepar para la división celular o fase M = Mitosis!!
Por cierto, los cromosomas ya presentan dos cromátidas.
Mitosis

Una vez la célula ha completado las fases anteriores: G1, S y G2 y posee su material genético perfectamente copiado, entra en fase M o Mitosis.
Dentro de la mitosis ocurren varios fenómenos que se dividen en varias etapas: Profase, Prometafase, Metafase, Anafase, Telofase y Citocinesis.Profase.
Con la Profase se inicia el proceso de división, empezando por empaquetar o condensar el material genético, en forma de cromatina (ADN en forma de hilillos dispersos por el núcleo), en cromosomas. Los cromosomas condensados, con su característica forma de X, presentan sus dos cromátidas hermanas unidas por un punto central: el centrómero.
Los centriolos de la célula migran a cada polo celular, organizando una red de microtúbulos conocida como huso mitótico. Estos microtúbulos se anclarán a los centrómeros de los cromosomas ya condensados.
Por otro lado, la envuelta nuclear se desorganiza y quedan los cromosomas suspendidos en el citoplasma celular, unidos al huso mitótico por el centrómero.
Metafase.

En la Metafase se mantienen los cromosomas en el plano ecuatorial, formando lo que se conoce como placa metafásica, y se rompe la unión entre las cromátidas hermanas en el centrómero cromosómico, dejando paso así a la siguiente fase.
Anafase.

Aquí ocurre algo muy importante, y es la separación de cromátidas hermanas que son llevadas a cada polo de la célula. Los microtúbulos del huso mitótico, que están unidos a los centrómeros de los cromosomas, se acortan consiguiendo "tirar" de cada cromátida al polo celular correspondiente, gracias a que en metafase se había roto la unión entre cromátidas hermanas del mismo cromosoma a nivel del centrómero.
Telofase.

En Telofase nos encontramos con que las cromátidas hermanas han sido llevadas a cada polo celular. Ya tenemos la dotación cromosómica completa de una célula hija, ahora solo falta aislar estos nuevos cromosomas en su envuelta nuclear correspondiente, que es lo que ocurre en Telofase. Una vez rodeados de la envuelta nuclear, los cromosomas se empiezan a descondensar en forma de cromatina. Ya solo falta que ocurra la división del citoplasma o citocinesis.


martes, 3 de noviembre de 2009

Celulas gliales y sinapsis


Las células gliales o neuroglia son un grupo de células del tejido nervioso que principalmente proporcionan soporte a las neuronas. Son de tres tipos: Astrocitos, microglía y células de Schwanm.
Los astrocitos conectan las neuronas con los capilares sanguíneos nutriendo y proporcionando protección a la neurona. Las microglías se multiplican en la enfermedad y destruyen los microbios que pueden penetrar en el sistema nervioso y por último las células de Schwanm que poseen un citoplasma alargado y enrollado alrededor del axón, este citoplasma contiene mielina que hace que el axón tenga mayor grosor y que la información se propague con mayor rapidez.
Las neuronas no están unidad unas con otras, formando redes continuas, sino que existe un espacio entre ellas que el impulso nervioso debe atravesar para pasar de una a otra. Este espacio se denomina sinapsis. Una sinapsis está formada por tres elementos, la neurona presináptica, el espacio sináptico y la neurona postsináptica. La neurona presináptica libera unas sustancias químicas denominadas neurotransmisores, cuando estos llegan llegan a la membrana de la neurona postsináptica provocan en esta ciertos cambios químicos que permiten que el impulso nervioso siga propagandose.
Por este descubrimiento Don Santiago Ramón y Cajal recibió el premio Nobel en Fisiología y Medicina en el año 1906.

jueves, 29 de octubre de 2009

Tejidos vegetales


Cuando hablamos de las características de los tejidos de las plantas tenemos que tener en mente la historia ocurrida hace 500 millones de años, cuando las plantas conquistaron la tierra. El medio terrestre ofrece ventajas respecto al medio acuático: más horas y más intensidad de luz, y mayor circulación libre de CO2. Pero a cambio las plantas tienen que solventar nuevas dificultades, casi todas relacionadas con la obtención y retención de agua, con el mantenimiento de un porte erguido en el aire y también con la dispersión de las semillas en medios aéreos. Para ello las plantas agrupan sus células y las especializan para formar tejidos con funciones determinadas que sean capaces de hacer frente a estas nuevas dificultades. A su vez los tejidos se agrupan para constituir órganos.

Para superar un medio ambiente variable y seco, aparece un sistema protector (sistema dérmico) formado por dos tejidos: la epidermis y la peridermis. Las células de estos tejidos se revisten de cutina y suberina para disminuir la pérdida de agua, controlando de esta manera la transpiración y regulando el intercambio gaseoso. Para mantenerse erguidas sobre la tierra las plantas tienen un sistema de sostén (sistema fundamental) representado por dos tejidos: colénquima y otro más especializado denominado esclerénquima. Sin embargo, uno de los hechos más relevantes en la evolución de las plantas terrestres es la aparición de un sistema conductor (sistema vascular) capaz de comunicar todos los órganos del cuerpo de la planta, formado por dos tejidos: xilema, que conduce mayormente agua, y floema, que conduce principalmente sustancias orgánicas. Sólo hablamos de verdaderos tejidos conductores en las plantas vasculares. Finalmente, las plantas producen semillas, dentro de las cuales se forma el embrión, que se desarrolla y crece gracias a la actividad de los tejidos embrionarios o meristemáticos. Los meristemos están presentes y activos a lo largo de toda la vida de la planta. Todos estos tejidos, excepto los meristemos, han derivado a lo largo de la evolución de otro tejido poco diferenciado llamado parénquima, que se mantiene en las planta actuales y que realiza múltiples funciones.

El primer crecimiento de todas las plantas, y único en algunos grupos, es el crecimiento en longitud. Éste se denomina crecimiento primario, y corre a cargo de la actividad de un grupo de células meristemáticas que se sitúan en los ápices de los tallos y raíces, así como en la base de los entrenudos. Estos grupos de células forman los meristemos primarios. Además, algunos grupos de plantas también pueden crecer en grosor, un tipo de crecimiento denominado crecimiento secundario, y lo hacen gracias a la actividad de los meristemos secundarios. Estos meristemos no existen en muchas plantas herbáceas, como la mayoría de las pteridofitas y monocotiledóneas, ni en determinados órganos como las hojas. Hay dos tipos de meristemos secundarios: el ,cambium vascular que origina los tejidos conductores secundarios (xilema y floema secundarios), y el cambium suberoso o felógeno, que origina la peridermis. Ambos meristemos se disponen, como un cilindro continuo o como un anillo incompleto formando bandas, entre el xilema secundario y el floema secundario para el caso del cambium vascular o entre la felodermis y el súber para el cambium suberoso o felógeno(b).

jueves, 22 de octubre de 2009

TEORÍA ENDOSIMBIÓTICA

La teoría endosimbiótica postula que algunos orgánulos propios de las células eucariotas, especialmente plastos y mitocondrias, habrían tenido su origen en organismos procariotas que después de ser englobados por otro microorganismo habrían establecido una relación endosimbiótica con éste. Se especula con que las mitocondrias provendrían de proteobacterias alfa (por ejemplo, rickettsias) y los plastos de cianobacterias.

La teoría endosimbiótica fue popularizada por Lynn Margulis en 1967, con el nombre de endosimbiosis serie, quien describió el origen simbiogenético de las células eucariotas. También se conoce por el acrónimo inglés SET (Serial Endosymbiosis Theory). En su libro de 1981, Margulis sostiene que las células eucariotas se originaron como comunidades de entidades que obraban recíprocamente y que terminaron en la fusión de varios organismos. En la actualidad, se acepta que las mitocondrias y los cloroplastos de los eucariontes procedan de la endosimbiosis. Pero la idea de que una espiroqueta endosimbiótica se convirtiera en los flagelos y cilios de los eucariontes no ha recibido mucha aceptación, debido a que estos no muestran semejanzas ultraestructurales con los flagelos de los procariontes y carecen de ADN.

viernes, 16 de octubre de 2009

Tabla periódica


La tabla periódica encierra en un gráfico más o menos simple la descripción de los elementos básicos que componen nuestro universo. Quizás por eso resulta tan bella y se han desarrollado tantas versiones de ella. Para aprovechar al máximo toda la información
que encierra esta se ha desarrollado una tabla periódica interactiva conectada con la Wikipedia

jueves, 15 de octubre de 2009

Antón van Leeuwenhoek


Antón van Leeuwenhoek fue un pañero que con sólo algunos años de escuela descubrió un nuevo mundo más asombroso que el de Colón. Su afición era fabricar pequeñas lentes de vidrio. Un día, estudiando una gota de agua putrefacta con una de esas lentes, vio algo que nadie había visto ni imaginado hasta entonces: animales diminutos, demasiado pequeños para verlos a simple vista, bullían, se alimentaban, nacían y morían en una gota de agua, que para ellos era todo un universo.
Van Leeuwenhoek nació en la ciudad de Delft, Holanda, el 24 de octubre de 1632. Allí vivió los noventa años de su vida. Dejó la escuela a los dieciséis, al morir su padre, y se colocó de dependiente en una pañería. Más tarde consiguió el puesto de ujier en el ayuntamiento de Delft, conservándolo hasta el fin de sus días. Pero luego estaba su hobby, el de pulir diminutas lentes perfectas. Algunas sólo tenían un octavo de pulgada de ancho, pero aumentaban los objetos unas 200 veces sin distorsión.
Todo el mundo sabía, claro está, que las lentes aumentaban el tamaño aparente de los objetos; pero la mayoría de los científicos trabajaban con lentes mediocres. Van Leeuwenhoek pulía lentes de calidad excelente. Las montaba en placas de cobre, plata u oro, fijaba un objeto a un lado de la lente y lo miraba durante horas. A menudo dejaba el objeto allí durante meses o incluso por tiempo indefinido. Cuando quería observar otro objeto pulía otra lente. A lo largo de su vida fabricó en total 419. Los objetos que observaba eran de lo más diverso: insectos, gotas de agua, raspaduras de diente, trocitos de carne, cabellos, semillas. Y cuanto observaba lo dibujaba y describía con precisión inigualable.
En 1665 observó capilares vivos. Estos minúsculos vasos que conectan las arterias con las venas los había descubierto cuatro años atrás un italiano, pero van Leeuwenhoek fue el primero en ver cómo la sangre pasaba por ellos. Y en 1674 descubrió los corpúsculos rojos que dan a la sangre su color. En 1683 hizo lo que quizá fue su descubrimiento más importante, las bacterias; pero eran demasiado pequeñas para que sus lentes dieran una imagen clara, aparte de que ignoraba la importancia del hallazgo.
Los descubrimientos no permanecieron secretos. El rey Carlos II reunió, en 1660, a unos cuantos hombres interesados en la ciencia y les invitó a que formaran una sociedad oficial; su nombre es muy largo y por lo general se la llama sencillamente la Royal Society. Van Leeuwenhoek escribió largas cartas a la Royal Society, describiendo detalladamente sus lentes y todo lo que veía a través de ellas. La Sociedad estaba asombrada, y es probable que no le diera crédito al principio. Pero en el año 1667 Robert Hooke, que era miembro de la Sociedad, construyó microscopios siguiendo las instrucciones de Leeuwenhoek y halló exactamente lo que éste dijo que hallaría. Después de eso no quedó ninguna duda, y menos aún cuando van Leeuwenhoek envió 26 de sus microscopios como regalo a la Sociedad para que todos los miembros pudieran observarlos personalmente.
Van Leeuwenhoek fue elegido miembro de la Royal Society en 1680. Un pañero sin apenas estudios pasó a ser así el miembro extranjero más famoso de la Sociedad. A lo largo de su vida envió un total de 375 artículos científicos a la Royal Society y 27 a la Academia Francesa de Ciencias. Aunque jamás abandonó Delft, sus trabajos le hicieron famoso en todo el mundo. La Compañía Holandesa de las Indias Orientales le envió insectos de Asia para que los colocara bajo sus maravillosas lentes; la reina de Inglaterra le giró una visita; y cuando Pedro el Grande, zar de Rusia, fue a Holanda para instruirse en la construcción naval, hizo un hueco
para presentar sus respetos a van Leeuwenhoek. Al holandés le molestaba que le tocaran sus queridísimos microscopios, pero lo cierto es que dejó que la reina y el zar miraran por sus lentes.
Van Leeuwenhoek no fue el primero en construir un microscopio ni en utilizarlo; pero fue el primero en demostrar lo que podía hacerse con él y en emplearlo con tal pericia, que de golpe sentó la base para la mayor parte de la biología moderna.
Y es que sin la posibilidad de ver células y estudiarlas, el anatomista y el fisiólogo estarían hoy indefensos. Y sin la posibilidad de ver bacterias y estudiarlas y examinar sus ciclos vitales, la Medicina moderna se debatiría probablemente aún en las tinieblas.
Todos los descubrimientos de los grandes biólogos, desde 1700 en adelante, arrancan, de un modo u otro, de las diminutas lentes de vidrio pulidas con todo mimo por el ujier del ayuntamiento de Delft.

Arquímedes

Cabría decir que hubo una vez un hombre que luchó contra todo un ejército. Los historiadores antiguos nos dicen que el hombre era un anciano, pues pasaba ya de los setenta. El ejército era el de la potencia más fuerte del mundo: la mismísima Roma. Lo cierto es que el anciano, griego por más señas, combatió durante casi tres años contra el ejército romano... y a punto estuvo de vencer: era Arquímedes de Siracusa, el científico más grande del mundo antiguo. El ejército romano conocía de sobra la reputación de Arquímedes, y éste no defraudó las previsiones.
Cuenta la leyenda que, habiendo montado espejos curvos en las murallas de
Siracusa (una ciudad griega en Sicilia), hizo presa el fuego en las naves romanas que la asediaban. No era brujería: era Arquímedes. Y cuentan también que en un momento dado se proyectaron hacia adelante gigantescas garras suspendidas de una viga, haciendo presa en las naves, levantándolas en vilo y volcándolas. No era magia, sino Arquímedes.
Se dice que cuando los romanos —que, como decimos, asediaban la ciudad— vieron
izar sogas y maderos por encima de las murallas de Siracusa, levaron anclas y salieron de allí a toda vela.
Y es que Arquímedes era diferente de los científicos y matemáticos griegos que le
habían precedido, sin que por eso les neguemos a éstos un ápice de su grandeza. Arquímedes les ganaba a todos ellos en imaginación. Por poner un ejemplo: para calcular el área encerrada por ciertas curvas modificó los métodos de cómputo al uso y obtuvo un sistema parecido al cálculo integral. Y eso casi dos mil años antes de que Isaac Newton inventara el moderno cálculo diferencial. Si Arquímedes hubiese conocido los números arábigos, en lugar de tener que trabajar con los griegos, que eran mucho más incómodos, quizá habría ganado a Newton por dos mil años. Arquímedes aventajó también a sus precursores en audacia. Negó que las arenas del mar fuesen demasiado numerosas para contarlas e inventó un método para hacerlo; y no sólo las arenas, sino también los granos que harían falta para cubrir la tierra y para llenar el universo. Con ese fin inventó un nuevo modo de expresar cifras grandes; el método se parece en algunos aspectos al actual.
Lo más importante es que Arquímedes hizo algo que nadie hasta entonces había
hecho: aplicar la ciencia a los problemas de la vida práctica, de la vida cotidiana. Todos los matemáticos griegos anteriores a Arquímedes —Tales, Pitágoras, Eudoxo, Euclides— concibieron las matemáticas como una entidad abstracta, una manera de estudiar el orden majestuoso del universo, pero nada más; carecía de aplicaciones prácticas. Eran intelectuales exquisitos que despreciaban las aplicaciones prácticas y pensaban que esas cosas eran propias de mercaderes y esclavos. Arquímedes compartía en no pequeña medida esta actitud, pero no rehusó aplicar sus conocimientos matemáticos a problemas prácticos.
Nació Arquímedes en Siracusa, Sicilia. La fecha exacta de su nacimiento es dudosa,
aunque se cree que fue en el año 287 a. C. Sicilia era a la sazón territorio griego. Su padre era astrónomo y pariente de Hierón II, rey de Siracusa desde el año 270 al 216 a. C. Arquímedes estudió en Alejandría, Egipto, centro intelectual del mundo mediterráneo, regresando luego a Siracusa, donde se hizo inmortal.
En Alejandría le habían enseñado que el científico está por encima de los asuntos
prácticos y de los problemas cotidianos; pero eran precisamente esos problemas los que le fascinaban a Arquímedes, los que no podía apartar de su mente. Avergonzado de esta afición, se negó a llevar un registro de sus artilugios mecánicos; pero siguió construyéndolos y a ellos se debe hoy día su fama. Arquímedes había adquirido renombre mucho antes de que las naves romanas entraran en el puerto de Siracusa y el ejército romano pusiera sitio a la ciudad. Uno de sus primeros hallazgos fue el de la teoría abstracta que explica la mecánica básica de la palanca. Imaginemos una viga apoyada sobre un pivote, de manera que la longitud de la viga a un lado del fulcro sea diez veces mayor que el otro lado. Al empujar hacia abajo la viga por el brazo más largo, el extremo corto se desplaza una distancia diez veces inferior; pero, a cambio, la fuerza que empuja hacia abajo el lado largo se multiplica por diez en el extremo del brazo corto. Podría decirse que, en cierto sentido, la distancia se convierte en fuerza y viceversa. Arquímedes no veía límite a este intercambio que aparecía en su teoría, porque si bien era cierto que un individuo disponía sólo de un acopio restringido de fuerza, la distancia carecía de fronteras. Bastaba con fabricar una palanca suficientemente larga y tirar hacia abajo del brazo mayor a lo largo de un trecho suficiente: en el otro brazo, el más corto, podría levantarse cualquier peso. «Dadme un punto de apoyo», dijo Arquímedes, «y moveré el mundo.» El rey Hierón, creyendo que aquello era un farol, le pidió que moviera algún objeto pesado: quizá no el mundo, pero algo de bastante volumen. Arquímedes eligió una nave que había en el dique y pidió que la cargaran de pasajeros y mercancías; ni siquiera vacía podrían haberla botado gran número de hombres tirando de un sinfín de sogas. Arquímedes anudó los cabos y dispuso un sistema de poleas (una especie de palanca, pero utilizando sogas en lugar de vigas). Tiró de la soga y con una sola mano botó lentamente la nave. Hierón estaba ahora más que dispuesto a creer que su gran pariente podía mover la tierra si quería, y tenía suficiente confianza en él para plantearle problemas aparentemente imposibles.
Cierto orfebre le había fabricado una corona de oro. El rey no estaba muy seguro de
que el artesano hubiese obrado rectamente; podría haberse guardado parte del oro que le habían entregado y haberlo sustituido por plata o cobre. Así que Hierón encargó a Arquímedes averiguar si la corona era de oro puro, sin estropearla, se entiende. Arquímedes no sabía qué hacer. El cobre y la plata eran más ligeros que el oro. Si el orfebre hubiese añadido cualquiera de estos metales a la corona, ocuparían un espacio mayor que el de un peso equivalente de oro. Conociendo el espacio ocupado por la corona (es decir, su volumen) podría contestar a Hierón. Lo que no sabía era cómo averiguar el volumen de la corona sin transformarla en una masa compacta. Arquímedes siguió dando vueltas al problema en los baños públicos, suspirando probablemente con resignación mientras se sumergía en una tinaja llena y observaba cómo rebosaba el agua. De pronto se puso en pie como impulsado por un resorte: se había dado cuenta de que su cuerpo desplazaba agua fuera de la bañera. El volumen de agua desplazado tenía que ser igual al volumen de su cuerpo. Para averiguar el volumen de cualquier cosa bastaba con medir el volumen de agua que desplazaba. ¡En un golpe de intuición había descubierto el principio del desplazamiento! A partir de él dedujo las leyes de la flotación y de la gravedad específica. Arquímedes no pudo esperar: saltó de la bañera y, desnudo y empapado, salió a la calle y corrió a casa, gritando una y otra vez: «¡Lo encontré, lo encontré!» Sólo que en griego, claro está: «¡Eureka! ¡Eureka!» Y esta palabra se utiliza todavía hoy para anunciar un descubrimiento feliz. Llenó de agua un recipiente, metió la corona y midió el volumen de agua desplazada. Luego hizo lo propio con un peso igual de oro puro; el volumen desplazado era menor. El oro de la corona había sido mezclado con un metal más ligero, lo cual le daba un volumen mayor y hacía que la cantidad de agua que rebosaba fuese más grande. El rey ordenó ejecutar al orfebre.
Arquímedes jamás pudo ignorar el desafío de un problema, ni siquiera a edad ya
avanzada. En el año 218 a. C. Cartago (en el norte de África) y Roma se declararon la guerra; Aníbal, general cartaginés, invadió Italia y parecía estar a punto de destruir Roma. Mientras vivió el rey Hierón, Siracusa se mantuvo neutral, pese a ocupar una posición peligrosa entre dos gigantes en combate. Tras la muerte de Hierón ascendió al poder un grupo que se inclinó por Cartago. En el año 213 a. C. Roma puso sitio a la ciudad. El anciano Arquímedes mantuvo a raya al ejército romano durante tres años. Pero un solo hombre no podía hacer más y la ciudad cayó al fin en el año 211 a. C. Ni siquiera la derrota fue capaz de detener el cerebro incansable de Arquímedes. Cuando los soldados entraron en la ciudad estaba resolviendo un problema con ayuda de un diagrama. Uno de aquellos le ordenó que se rindiera, a lo cual Arquímedes no prestó atención; el problema era para él más importante que una minucia como el saqueo de una ciudad. «No me estropeéis mis círculos», sé limitó a decir. El soldado le mató.
Los descubrimientos de Arquímedes han pasado a formar parte de la herencia de la
humanidad. Demostró que era posible aplicar una mente científica a los problemas de la vida cotidiana y que una teoría abstracta de la ciencia pura —el principio que explica la palanca— puede ahorrar esfuerzo a los músculos del hombre. Y también demostró lo contrario: porque arrancando de un problema práctico —el de la posible adulteración del oro— descubrió un principio científico.
Hoy día creemos que el gran deber de la ciencia es
comprender el universo, pero
también mejorar las condiciones de vida de la humanidad en cualquier rincón de la tierra.

miércoles, 14 de octubre de 2009


A través del tiempo, los biólogos han clasificado a las diferentes formas de vida de la Tierra siguiendo diferentes modelos. La primera organización en Reinos se debe a Aristóteles, que diferencia todas las entidades de la naturaleza en los conocidos reinos animal, vegetal y mineral.

El científico sueco Carlos Linneo fue quien sentó las bases de la clasificación moderna de los seres vivos. El diseñó un sistema con tres reinos, a los que subdividia en clases y éstos a su vez en ordenes. Los órdenes se subdividian en géneros y éstos últimos en especies.

Posteriormente, la vida terrestre fue clasificada en 5 reinos: Animal, Plantas, Hongos, Protistas y Monera. Luego se propuso dividir el Reino Monera en Archeobacterias y Eubacterias lo que resultaba en un sistema de clasificación de seis reinos.

Hoy en día se considera que el mejor sistema de clasificación es aquél que mejor refleje la historia evolutiva (filogenia ) de los grupos de organismos emparentados (taxones). Debe contener información y a la vez servir para hacer predicciones. Con las recientes descubrimientos del ADN (material genético) de los organismos, la comunidad científica ha propuesto un nuevo modelo de clasificación basado en tres dominios: Eukarya, Bacteria y Archaea. A continuación mostramos una breve descripción del sistema de clasificación de seis reinos y una tabla comparativa de los diferentes sistemas de clasificación, además de un glosario.